Suave poesía anaranjada

Quiero poseerte en mi mente tanto como lo haría en mi cama,
quiero robarme tus labios al igual que tu alma,
quiero tomar tus manos y también tus ganas,
quiero fundirme con tu ser entre nuestras antiguas flamas.

Hay un templo construido en lo alto de aquella colina, ahí donde colocaron una exquisita figura, el mármol frío formaba sus curvas como el cabello su finura. Su mirada fija e inmortal queda grabada sobre la piedra donde se escriben los sueños de amor y cada detalle inmoral.

Estas son las horas en que pienso y recuerdo... pienso y solo siento, la cama vacía y llena con tu recuerdo... el recuerdo que nunca llegó y que nunca estuvo. Dulce vino en tu lengua que se fugó con el viento... con el tiempo. 

Ya es Marzo y no solo los árboles pierden sus hojas... mi barba sigue saliendo y la tierra se sigue moviendo.

Mira tu foto, ahí está tranquila, coqueta e inmóvil... sonriente e impaciente, mirando y deseando. Yo aquí... tan estúpidamente inmóvil como aquel día en que no te lo dije.

Estuviste a un lado de mi piel, juntito a mis sueños, recargada en la pared de mi cráneo y yo no te abrí la puerta de mi consciencia, no miré con los dedos, no sentí con mis ojos... no te hablé con mis labios ni te besé con mi voz.

Me han torturado un par de muelas del juicio y las he perdido, he sentido el malestar de algunos golpes de la vida en las espinillas... y han sanado, he sufrido varias penas propias y ajenas... y han pasado. Tú me dueles... y ya te has ido.

Dulce sirena... bello marfil, amanecer dorado, intenso rubi. Sonríele y luce bella para él... que bien supo aventurarse a enamorarse de tu dulce miel. Guarda en tu vientre su semilla fiel, sueña y camina... se fuerte junto a él.

Para mi no te llamas Ana. Unicamente el corazón sabe. Lo sé. Instintivamente sabrás que eres tú. Nadie encaja mejor que tú. Alguna vez deseé que detuvieras tus pasos... pero no. De mi propiedad no es tu voluntad, escucha como te grita la Luna: ¡ANDA, sigue tu camino!


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