Un día como hoy

Desde la incertidumbre del fondo del bosque vislumbré una luz. Luché una batalla feroz con los demonios que desgarraban mi piel. La saliva de los mosquitos y el follaje de los árboles desgastaban mi inspiración. Recorrí kilómetros en la misma dirección, goteando sangre cada diez pasos. A veces las perlas que escapaban de mis ojos sanaban las llagas del alma.

Hubo un momento en que tuve que arrastrar mi propio cuerpo, no tenía ya ni fuerzas para caminar, las impurezas del camino dañaron tanto la vestimenta hasta que quedé desnudo.

Aprendí que si no es por gusto, a la fuerza la vida te lleva. Sigilosa y cotidianamente las alas en que vas montado planean hacia un horizonte al que deberías haber llegado a pie… y ahora llegarás precipitado.

A pesar de que la dicha es abrumadora, es casual y temporal.

La energía de tu alma puede lograr demasiadas cosas, únete al flujo del universo y entenderás que la miel de los cuerpos es la sangre que fluye en el corazón, que busca el equilibrio que nos permite ver… hay que aprender a ver y sentir.

Entiéndelo, aún no has muerto, ni siquiera has estado cerca, cada vez que piensas que lo haces, únicamente despiertas más.